Al pie de la montaña
cuando renace enero;
los cantos de los yigüirros
pintan con alegría
gloriosos matices de cielo,
derramados sin brega
con sutiles revuelos.
Viajan entre la brisa
aliviando con su trino
los derroteros del día;
es el canto que anuncia
renaceres de vida,
el regreso de la lluvia,
la estrechez de la lejanía.
Se pierde murria la soledad,
en el alma revive la frescura
vuelve a nacer la vida
cuando sus trinos quiebran
con suavidad el corazón
de los que viajan lejos
sin marcar su marcha.
Ellos me recuerdan
la generosa diestra
del hacedor del tiempo
que no olvida ninguna
obra de sus manos;
quien como un artista
deshace y contrahace
abaja y levanta
quita y pone materia
con toque de excelencia.
Oh tu invisible guía divino
en los austeros días
de quienes ven en el mundo
la grandiosa obra de tus manos;
anuncia tu amor sin tiempo
en momentos de bruma
de vida sin alguna esperanza;
comparte con nosotros
la fugaz alegría de la ocasión
y se promisoria luz liberadora
entre tinieblas y fatigas;
brisa en horas de fuego
y agua de vida en la tierra
tu guía divino de lo celeste
ayer, hoy, mañana y siempre.
