martes, 30 de junio de 2020

Donde nace mi canto





¿Sabes lo que pienso?
Yo para ti no existo,
solo soy lamento
del niño que fui ayer,
esperando escuchar
todo el bien hecho
para ti en un momento
soñado desde lo eterno,
donde nace mi canto.

Respuesta agradecida
de aquello que olvidas,
eco narcisista del sueño
ausente de todo;
compras tú libertad
con mi propia vida,
prisionera del amor
camino de esperanza
que elegí encima de ser
de ayeres alumbrando
por la demencia caótica
del mañana que avanza
con sus expectativas
amargas como lágrimas,
fingiendo por doquier
que estoy y subsisto
aunque nada y ahora
son para mí lo mismo.

Tu luz brilla siempre
cuando habla el amor;
de mi mirada enferma
que dice nada importa,
vacío el rezo cada minuto
para ser tu otro ser
en mi ufana agonía
repeliendo la costumbre
domada y asquerosa
cambiante de mí hábito
libre al fin de rutinas
en el presente ausente,
y te quedas sin mí;
por el miedo que tienes
al saber que te quiero
como no sabes quererte.

Luna alba




¿Adivina cuándo y dónde te estoy pensando?
trazaré unas líneas diluyentes de tus dudas:
el lugar involucra a mi lengua, mi cama
y a ti semidesnuda entre mis manos sucias

despertando esperanza en la noche de luna.

Tú cual brillo de luna iluminas mi alcoba,
mis ojos, mi mente y hasta mi alma,

en un abrazo tibio de madrugada
como la tibia taza de caricias amantes,

derramando dulzura por tus rincones.

Y tiemblo como la luna brilla sobre las olas,

pasión, amor, misterio son mis compañeros,

precioso yacimiento de tus carnales besos;

Saltando cual los gatos sobre la nata blanca,
bello cuerpo celeste de exaltante fragancia.

Y tú eres flor de asares, pasión, caricias,
sensual y volátil movimiento salvaje;

que alboroza mi carne con sus sutiles vuelos

y mi alma viaja al cielo como la luna blanca,
como esa luna blanca brillas grata manceba.

Bajo la luna alba amas, cantas y bailas,

al son desenfrenado de los locos amantes

Cual hija de Nereo besas mi alma
y como el mar en la playa marcas mi piel,
con onduladas estrías de lascivas caricias.

Lento acaba la noche y despierto del sueño
que amortajo el anhelo de tantos días,
dulce néctar de dioses alimenta mi vida,

sigue siendo inspiración divina y exuberante,
en tú eterna lejanía de encuentros etéreos.

Princesita de barro y de nácar de mar,
no dejes que la noche de nuestra lejanía
haga olvidar la dicha de nuestras almas;
porque cuando la aurora nos ilumine,

habrá solo el recuerdo triste que te perdí.

lunes, 29 de junio de 2020

Rezaremos por ti




Antes de que la tierra viera tus pasos,

la voz inconfundible de nuestro amado
te llamó por tu nombre para gloria del cielo,
siervo fiel del linaje real, límpido, inmaculado,
del sacerdocio santo que adorna sus altares.

¡Y por gracia y por dicha nos acompañas!
Con tu mirada buena en nuestra infancia,
derramándonos fe con aceite y con agua,
bautismo que nos abrió la celeste morada
del excelso y amoroso Padre de los cielos.

Luego con braza ardiente quemas los corazones
con la palabra que exhorta, alecciona, apacienta,
y profunda nos queda grabada en nuestras almas;
cuando tus manos consagran las humildes especias,
por gracia de Jesús; en su cuerpo y su sangre.

Tú cultivas la fiel voluntad de Cristo a través del culto;
es el corazón tierra surcada con arados de predicas
donde siembras las semillas de esta la buena nueva
que germina en los hombres por agua y por espíritu
para aliviar la carga pesada que llevan tus hermanos.

Rotos, sucios, manchados de pecado venimos a hasta ti,
que investido de Cristo y por sacro perdón nos reconcilias
en escucha paciente, fiel, compasiva de las faltas sombrías;
y al fin con piedad y buen consuelo nos das su tierno alivio
cuando en su nombre perdonas todas nuestras culpas.

También nos acompañas en nuestras alegrías,
consagras nuestro lazo en sacro matrimonio
en el tiempo de las flores, de canto y de dichas;
reflejo venidero del deleite eterno en el altar del cielo,
alegría de los santos ¡Las bodas del cordero!

Clamas por sanidad cuando en paso de muerte
te acercas a nuestro lecho para dar fortaleza
extremaunción de alma, espíritu y cuerpo
al cristiano transitando por vejez o grávido dolor
sacro aceite que nos sana la carne, la mente y alma.

Y cada misa bajas desde el altar hasta el rebaño
con el amor del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo
como mirando a Cristo en nuestros rostros
dejándonos el gozo y la paz manada de lo alto,
impronta que recuerda las gracias de María.

Triste nos escoltas en el día que partimos al cielo
rogando junto al féretro por la paz de las almas,
aliviando al doliente, recordando que somos forasteros,
ciudadanos del cielo donde está la morada del Padre,
cuando la muerte nos lleve hasta su trono de Gloria.

¡Compañero de jornada tienes a Cristo en tu alma!
Eres como nosotros y con tu vocación eres tan diferente,
llevas en tu corazón nuestras fatigas y nuestras cargas
como un pequeño Cristo valiente, fiel, decidido;
reviviendo en tu ser el evangelio, seguiste su camino.

Y sin cama y sin nido, donde la providencia hoy te manda
te llevas de nosotros nuestras plegarias por ti fiel sacerdote,
por el hombre que exhala sus humanas fatigas y desencantos,
tú que también requieres comprensión y descanso de trabajos,
Rezaremos por ti, para que un día también recibas la corona.

Que hermoso es saberte de Dios elegido a vida consagrada,
por tu amor a los pobres, al consuelo y al agobio del trabajo,
día con día recibes por gracia del Altísimo su fortaleza
para ti encomió constante por tu cansancio de labor y pastorado,
por esto y por más donde estés hermano: ¡Rezaremos por ti!

lunes, 10 de agosto de 2015

Llegas



Llegas regalando
desconsuelo y carencias
con caricias azules
como las tierras altas
sumidas en los sueños;
hoy que no me seducen:
ni tu piel nacarada,
ni tu boca de miel,
que un día se rendía
a la pasión prohibida
de mi deseo malévolo;
ese deseo fugaz
como la luz de estrella
que penetra sigilosa
en nuestra alcoba;
cortando nuestros límites
mientras duren en tu alma
mil te amo hasta la muerte;
cuando mi amor se nutría
en las insanas pasiones
de tu yo pequeñito.

Acércate a mi alma
con tu vibrante ser,
regálame está noche
la vivaz alegría
que derraman tus palabras
titilando sus risas
en mi tristeza negra;
dirá entonces la noche
que aún estás presente
en un rincón de mi alma,
porque cuando te escucho
mi corazón palpita.